En la arena política, los debates electorales han adquirido un protagonismo innegable. Sin embargo, detrás de la pompa y circunstancia, se esconde una realidad desalentadora: los debates en tiempos de campaña son meros shows mediáticos que carecen de autenticidad y profundidad.
Es lamentable observar cómo los actores políticos, ávidos de visibilidad y notoriedad, se prestan para participar en estos debates, convirtiéndose en meros instrumentos de los medios de comunicación. El enfoque está más en la pelea y la competencia que en un genuino intercambio de ideas y propuestas que beneficien a la ciudadanía.
La cesión de los temas a los moderadores también contribuye a desvirtuar la verdadera esencia del debate político. Tópicos como la inteligencia artificial y la denominada ideología de género, que son relevantes, pero desconocidos para la gran mayoría de los candidatos, desvían la atención de los temas verdaderamente importantes. La educación, la salud, las pensiones, la pobreza, el empleo, la marginalidad y la seguridad ciudadana son asuntos cruciales que merecen una discusión profunda y seria.
La verdadera política no se limita a un espectáculo efímero en la pantalla televisiva. La auténtica política es un ejercicio constante de polémica y diálogo, donde se confrontan ideas y se buscan soluciones a los problemas que aquejan a la sociedad. Los verdaderos políticos no necesitan estar en campaña para comprometerse con su labor, ya que entienden que la política trasciende los tiempos electorales y se manifiesta en el compromiso continuo con el bienestar de la ciudadanía.
En conclusión, es hora de dejar de alimentar el circo de los debates en tiempos de campaña y enfocarse en promover un diálogo político auténtico y significativo, que realmente contribuya al avance y desarrollo de nuestras sociedades. La ciudadanía merece más que meros espectáculos mediáticos efímeros; merece un debate político genuino y comprometido con su bienestar y progreso.